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María Santísima de la Confortación

 

Esta advocación es un nombre singular, y su salida procesional recrea una escena de María acompañada y reconfortada por un ángel que no tiene refrendo en los relatos que hacen los evangelios (por supuesto no en los canónicos pero tampoco exactamente en los apócrifos) en relación a la Pasión de Cristo. Sin embargo, su título de Virgen de la Confortación, tiene gran significado para la piedad popular, pues recrea la idea de que María sufrió una pasión paralela a la de su Hijo, asistido por el ángel confortador en el huerto de Getsemaní e imaginando que la Madre también fue reconfortada. Esta pasión de María se significa en los Dolores de la Virgen, algunos de ellos son presentimientos de la pasión, y los preceden, pero otros son episodios de la propia pasión de Jesús, los cuales presenció su Madre. Es un culto en el fondo muy dominico, pues esta serie de los Dolores de la Virgen tiene su refrendo en los Misterios Dolorosos del rezo del Rosario (La Oración en el Huerto de Jesús, La Flagelación del Señor, la Coronación de espinas, Jesucristo con la Cruz a cuestas, la Muerte en la Cruz del Señor), rezo y culto que la orden de Predicadores enarbola como seña de identidad, precisamente como la del Dulce Nombre de Jesús a cuya advocación acompaña en el título de esta hermandad.
Los dolores de la Virgen se fijaron en siete, aunque empezaron siendo cinco (de la cual la Piedad era la Quinta Angustia), pero llegaron a ser, por ejemplo, hasta ciento cincuenta dolores; todo dependía de la capacidad ilustrativa e imaginativa del fraile que las alumbrara.
Estos dolores solían ir emparejados con las alegrías: cinco dolores, cinco alegrías, siete dolores, siete alegrías. Siempre una idea de correlación entre los gozos y los dolores, entre el Hijo y la Madre, y de cierta manera ello es lo que podemos observar en el culto a María Santísima de la Confortación. La piedad medieval hacía uso de esta herramienta, pues era muy didáctica y servía como recurso ejemplarizante para los nuevos conversos con los que compartíamos el Antiguo Testamento. Se dio en llamar en los tratados typo y antitypo donde las historias sagradas del Antiguo Testamento se ponían en relación con las del Nuevo Testamento: por ejemplo, las profecías acerca del Mesías con el Nacimiento de Jesús, el pecado de Adán con la Redención, la debilidad de Eva ante la serpiente frente a la victoria de la Mulier amicte sole (“Mujer vestida de sol”) del Apocalipsis que reinterpretaba a María como la nueva Eva, vencedora de la bestia. Incluso, el palíndromo en castellano entre Eva, la primera mujer, y Ave, como salutación mariana, fue un recurso literario en las mismas cantigas de Alfonso X (siglo XIII), profundizando en este recurso de typo y antitypo. Por ello, la idea de un correlato entre la Pasión de Jesucristo y la de María no es extraordinaria y fue muy recurrida por su riqueza narrativa y piadosa. Esta inspiración ilustró por ejemplo el Stabat mater atribuido a Jacopone de Todi en el siglo XIII, donde se describe la humanidad doliente y lacrimosa de María frente a la Pasión y Muerte de Jesús. San Efrén de Siria (siglo IV) escribió unas lamentaciones inspiradas en el formato del libro Lamentaciones del Antiguo Testamento. En una de ellas encontramos un refrendo literario para la escena que vemos de Nuestra Señora de la Confortación acompañada del arcángel que exhibe la Hermandad de la Oración en el Huerto en su paso de palio por las calles de Jerez:
“¡Oh, Gabriel! ¿dónde está ahora el ‘Ave’ encantador con que tú, mensajero, me saludaste? ¿dónde están las alegrías que me prometiste, de ser bendita entre las mujeres? ¡Ay Simeón, mira, ahí está la espada que atraviesa mi corazón!”.
San Efrén escribió esta oración, y la hizo efectivamente al modo de lamentación de la Virgen, recreando una escena en la que Ella reclamaba explicación a tanto dolor que sufría. Convoca a su ángel anunciador, a Gabriel, pero ahora necesita de él, en realidad, su compasión, su conmoción, su confortación, y lo que la Hermandad de la Oración en Huerto quizás exhibe, es una materialización de esta escena. Todos querríamos sentirnos así de reconfortados, porque todos entendemos ese humano dolor hacia un hijo.
Así visto, en esta escena se nos recrea por lo tanto, otro capítulo de los descritos correlatos. Encontramos a los mismos personajes, a María y frente a Ella a Gabriel; esta escena ya la conocemos, es la Encarnación (el primero de los Misterios Gozosos del Rosario), pero ahora la releemos como Confortación (paralelo a la Confortación de Jesús en Getsemaní, por cierto, otro de los primeros misterios del Rosario, el primero de los Misterios Dolorosos). Más aún profundizamos en esta idea de los correlatos cuando sabemos que esta imagen fue concebida originalmente como de la Concepción, jugando por lo tanto entre las alegrías y los dolores de María, pues con el mismo nombre de Concepción se puede significar su Encarnación pero se representa, sin embargo, su Confortación.
Aunque la escultura de María Santísima de la Confortación estaba atribuida a Jacinto Pimentel (1605-1676), recientes descubrimientos documentales desmienten dicha atribución. Moreno Arana nos da noticia de cómo ambas esculturas, la de la Virgen de la Confortación y la del Ángel, fueron realizadas a la vez, junto con el retablo que aún conservan en la capilla (de orden de estípite) en 1725. Por lo tanto se desecha la autoría de Pimentel y parece tomar fuerza una atribución a Diego Roldán (Sevilla, 1693-aprox.1760), incluso más acertada que hacerla a Francisco Camacho (Jerez de la Frontera, 1680-1757). Y esto es así por similitudes que se aprecian con otras imágenes de aquél autor, no sólo en María Santísima de la Confortación, sino también en el ángel Confortador.
La imagen de María es representada con la cabeza girada un tercio hacia su izquierda, entablando conversación con el ángel que, de talla completa, la acompañaba en su retablo, tal como se deduce de la documentación hallada (“el retablo de la Madre de Dios y Ángel”). Originalmente sus manos podrían ir entrecruzadas, rasgo frecuente de las imágenes de dolorosas del siglo XVIII, pero dichas manos fueron sustituidas y las actuales son obra de José Rivera García (de en torno a 1945). Los rasgos fundamentales de su rostro la acercan a la obra de Diego Roldán, de manera muy determinante en su boca y en sus cejas. Los ojos, grandes y almendrados, rasgo que ha sido descrito como propio de Camacho, sí se observa en otras esculturas de Roldán y debiera ser tomado más bien como un rasgo de estilo o de la época, no exactamente de autor.
En 1980 fue restaurada por José Guerra Carretero, y quizás en esta intervención se le quiso devolver las características originales muy modificadas por exuberantes retoques de color que podemos observar en fotografías antiguas.
La imagen de María Santísima de la Confortación es una escultura de candelero, con brazos articulados con engranaje de galleta. Por ello, sólo exhibe de talla su rostro, cuello y ambas manos. Su torso está levemente anatomizado en hombros y pecho, modelando su cintura por su disposición troncopiramidal invertida.
En 2018 ha sido restaurada por Ars Nova, bajo la dirección de Fabián Pérez Pacheco.
Fuente: Fabián Pérez Pacheco

Oración a María Santísima de la Confortación

¡Piadosísima Señora Virgen María traspasada de dolor! Mira tu Hermandad, y pues eres Abogada de los Pecadores y la Mediadora de todas las Gracias, pide a tu Divino Hijo, nos conceda de un modo eficaz, cumplir como buenos hijos y Hermanos de ésta tu Hermandad.
Tuyos somos y tuyos queremos ser. Tú eres nuestra Alegría, Tú nuestro Consuelo, Tú nuestro Amor, Tú nuestro Anhelo. Señora Reina y Madre, concédenos ser siempre fieles a las promesas de nuestro Bautismo, para que renunciando al pecado, vivamos y muramos bajo tu mirada maternal.
Amén